USO CORRECTO DE LA COMA, PUNTO Y PARÉNTESIS

 

Antes de extenderse en esto, es posible detenerse un momento en

Grecia, donde, según lo explica Guillem Feixas (1993), se puede situar la

vertiente racional de la psicoterapia, principalmente en las obras de

Aristóteles y Platón. El primero estableció los distintos usos de la palabra

con fines terapéuticos y el segundo realizó interesantes aportes sobre los

efectos de la palabra en la vida anímica; sus observaciones sobre las pasiones, los sueños y el inconsciente parecen ser las antecesoras del pensamiento de Freud:

(los deseos) que se despiertan durante el sueño, cuando esta parte del alma que es

racional, pacífica y a propósito para mandar, está como dormida, y la parte animal

y feroz, excitada por el vino y por la buena comida, se rebela y, rechazando el sueño,

intenta escaparse y satisfacer sus apetitos. Sabes que en tales momentos esta parte

del alma a todo se ofrece, como si se hubiera liberado violentamente de todas las

leyes de la convivencia y del pudor; no distingue nada, ni dios, ni hombre, ni bestia. Ningún asesinato, ningún alimento indigno le causa horror; en una palabra, no

hay acción por extravagante y por infame que sea, que no esté pronta a ejecutar

(citado en Mueller, 1963, p. 56).

El inicio de la tradición hipocrática se puede ubicar en el siglo V a.C.,

con el “Señor de Cos”, que va a sacar la medicina de los templos de

Esculapio y la va a transformar en una ciencia racional, lejos de las supersticiones y de los prejuicios animistas. Esta tradición suplantaría otra, que

Ducey y Simon (1975) proponen llamar la tradición “homérica” característica del arte médico griego, anterior a Hipócrates (alrededor del siglo IX

a.C.), pero esta medicina homérica estaba impregnada de shamanismo, entendido tal como se lo ha descrito en las páginas anteriores.

Así, Grecia se convierte en la cuna de la tradición médica occidental,

cuyo inicio se sitúa en los trabajos de Hipócrates (siglo IV a. C.), quien en

su obra Corpus Hippocraticum incluye 70 tratados, en los que se sistematizan

los conocimientos que las personas tenían hasta ese momento sobre el ser

humano y sus dolencias y que venían de diferentes fuentes: la medicina

sacerdotal vinculada al culto de Esculapio, la escuela pitagórica, las tradiciones de Egipto y de la India y las concepciones filosóficas de su tiempo.

 

el desarrollo psíquico del niño. Adler consideraba que el sentimiento social

era una cualidad fundamental de la personalidad; pensaba que se lo heredaba sobre el plano biológico, pero que permanecía influenciado por el

“modelaje” impreso por la familia. Muchas de sus reflexiones permanecen

actuales y anuncian las teorías de las familias propias a los sistémicos.

Finalmente, hay que recordar que Adler prefería tratar los niños sintomáticos en presencia de los padres y de los educadores concernidos por el problema y no

separándolos del marco terapéutico.

Otro precursor importante de la terapia familiar es Adolfo Meyer,

psiquiatra suizo que emigró a los Estados Unidos, dónde tuvo gran

influencia. Él insistía sobre el hecho que, para comprender los trastornos

mentales de su paciente, el psiquiatra debería conocer su medio socio-familiar y considerar la enfermedad como el resultado de una inadaptación de

la personalidad global, más que como una perturbación cerebral. Durante

muchos años se dedicó a la defensa de lo que él llamaba la “psiquiatría del

sentido común”, que rechazaba las explicaciones dualistas que tendían a definir los trastornos mentales como la expresión de lesiones cerebrales o de

presiones del ambiente, afirmando que los dos aspectos deben ser tomados

en cuenta.

Sin querer pasar revista, en el marco de esta pequeña introducción

histórica, a todos los precursores cercanos o lejanos de la terapia familiar, es

posible señalar algunas corrientes y tendencias que se pueden considerar

como movimientos de base y que contribuyeron con sus aportes al desarrollo de la terapia familiar.

En la línea psicoanalítica conviene citar las contribuciones de

Oberndorf (1934), Laforgue (1936), Leuba (1936), Lacan (1938), Mittelman

(1944), que se interesaron en una comprensión psicoanalítica de la pareja y

de la familia, pero cuyos trabajos no tuvieron repercusiones en los medios

psiquiátricos. En efecto, el modelo psicoanalítico clásico sólo se aplicaba .

Al respecto una anécdota: es fácil recordar las dificultades que aparecían al

momento de establecer una relación terapéutica cuando se está “recién graduada” de

la universidad y acudían a consulta, personas de mayor edad, casadas, con hijos;

quienes muchas veces se sorprendían e incluso a veces comentaban “de qué manera

me puede ayudar alguien que todavía no ha vivido esta experiencia”. Éste era el desafío inicial, el hecho de entrar en contacto con personas a cuya experiencia vital me

puedo acercar en base a lo que dicen o a lo que se ha visto en otras personas cercanas, pero que no se ha vivido.

La formación en cualquier área de la psicoterapia, en este caso, se hace

referencia a la terapia familiar sistémica; pero una base conceptual sólida,

de cualquier orientación proporciona el marco teórico y las herramientas

adecuadas para acompañar de mejor manera a las familias. Este bagaje constituye el lado cognitivo de nuestro quehacer.

En cualquiera de los dos polos, las personas pueden experimentar cierto

nivel de angustia; en el polo de la cercanía debido a la pérdida de la integridad yoica, mientras que en el polo de la distancia debido a la pérdida del

otro, lo que comúnmente se llama angustia de separación. El niño implicado en un triángulo se desarrolla con un nivel más bajo

de diferenciación; mientras más grande es la implicación, mayor es la probabilidad de que el niño desarrolle síntomas, los mismos que pueden agravarse durante la adolescencia, cuando el individuo trata de forjar su propia

identidad.

EN ESTE TRABAJO REALICÉ EL USO CORRECTO DE LA COMA, PUNTO Y PARÉNTESIS, EN EL CUAL EN EL TEXTO ESTAN SUBRAYADAS 

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